Su trabajo resultó elegido para formar parte de la antología preparada por dicha publicación. 

¡Felicitaciones! 

A continuación compartimos el texto escrito por nuestra alumna:

La mesa del domingo

Un largo jardín lleno de flores y plantines de diferentes especies, allá a lo lejos, una pequeña mesa adornada con coloridos platos de verduras y un par de botellas medio vacías; así llega a mi mente el recuerdo de aquellos domingos tan esperados por mi familia luego de una semana ocupada de trabajo y estudio.

El aroma a asado llegaba volando hacia mí provocando un suspiro y obligándome a cerrar los ojos como gesto de satisfacción. Al final de aquel edén de plantas y sentada en la punta de la mesa, una mujer mayor de ojos azules, claros como el cielo de aquellos domingos y el cabello rizado y dorado, iluminado por el sol, esperaba con una tímida sonrisa a que yo la saludara como hacía siempre, desde que tengo memoria.

Aquella dama habíase ganado el sobrenombre de "Puchuni”, no pregunten por qué, y me recibía a mí y a mis hermanos señalando unas antiguas fuentes llenas de ensalada de rúcula que con tanto amor había aliñado, ya que fueron desde siempre, mi perdición.

Ya todos ubicados en sus lugares, como si aquel asiento llevara el nombre de cada uno, esperábamos a que mi abuelo sirviera la “especialidad de la casa”, como le gustaba decirle.

Alegre y sin aparentar su edad de 84 años, servía los platos con la agilidad de un chef, dando a cada uno su pedazo de carne favorito. – para la más pequeña los chorizos. Repetía. – y para el cabezón…, como acostumbraba a llamar a mi hermano; -una costilla.

La mesa no contaba con muchos integrantes, más que los necesarios para hacerla perfecta. La hermosa pareja con más de cincuenta años de casados, mi madre, mis hermanos y yo. Las charlas parecían casi predecibles; novedades sobre la escuela, el trabajo, los precios elevados y la inseguridad del país. Sin contar los infaltables chistes que doña Nelly repetía: -Para mí ese platito? Y para vos ese platazo?

Todo aquello se asemejaba a una imagen de fotografía, tal vez porque era el único momento en que mi vida parecía ser ideal. Recuerdo a la perfección las hamacas donde tomábamos el café después de almorzar, esa mesa de vidrio antigua y el diario sobre ella. También recuerdo como reía doña Nelly con sus propios chistes inocentes y como su marido, recostado sobre la hamaca, nos contaba la historia de amor de la pareja, sus aventuras juntos y luego hacia un comentario bastante romántico hacia mi abuela, generando en mi hermanita una mueca de felicidad y ternura.

Sin duda, aquellas tardes con mis abuelos eran un momento de encuentro, ya que, mi atareada semana nos impedía vernos. Al caer el sol, solo nos restaba agradecerles y despedirnos, mas era imposible borrar, ya en mi cara, la sonrisa que ellos me habían sacado y pedía a Dios que siguieran aquí para el próximo domingo.

Florencia Artuso
16 años
San José- Guaymallén
Mendoza